Allá por el lejano verano de 1988, la querida y añorada “Ediciones de la Urraca” publicaba “El Rey Mono”, obra de Silverio Pisú en guion y dibujos del inmenso Milo Manara. Hasta hace muy poco tiempo, esta edición se conseguía como saldo en muchas librerías de calle Corrientes y logré hacerme con una copia, la cual hemos leído recientemente y vamos a compartir ipso facto! Como siempre, con muchísimos spoilers…
La obra se publicó originalmente por capítulos, entre los años 1976 y 1977, dentro de las páginas de la antología italiana “Alter Linus”, adaptando ciertas leyendas chinas que fueron recopiladas por Wu Ch´eng-en, durante el siglo XVI según se supone. Este autor recopiló más de 100 relatos del Rey Mono, algunos de lo cuales fueron traducidos al inglés por Arthur Waley (Una treintena de ellos aproximadamente...). De esta traducción toma inspiración Pisú y adapta a historieta los primeros siete capítulos.
La historia comienza cuando la tierra misma da a luz un huevo, del cual nace un mono de piedra. Este mono surgido de las entrañas del mundo enseguida se manifiesta como un ser especial y, al inclinarse saludando a la vida, un rayo de luz se proyecta desde su cabeza hasta los cielos, llegando incluso hasta el Castillo de oro del Emperador de Jade, una de las máximas deidades existentes, quien registra su presencia con cierto desagrado.
El Mono, feliz de vivir, se acerca a una comunidad quienes le comentan que detrás de una cascada cercana se encuentra un mundo mejor, pero que nadie ha conseguido cruzarla con vida… El mono se aventura a lo desconocido y enseguida vuelve a buscarlos. Tras la casada, el mono devenido en Rey, con su consorte llamada Conciencia y su comunidad, viven felices y prósperos por cien años. Este aburguesamiento tranquiliza al Emperador de Jade que veía al mono como una piedra en su zapato… Pero, tras tantos años de languidecer, el mono se inquieta y comienza a temer a la muerte por lo que emprende la búsqueda de la inmortalidad… Después de un largo viaje, encuentra un Maestro que lo toma en su templo donde le dan el título de “Conocedor de Nada” y durante largos años es encargado de limpiar, remendar y demás tereas mundanas… Comienza a indagar a su Maestro con su gran curiosidad (Si, un mono curioso… como George) y su ansiedad de lograr la inmortalidad. Pasa a convertirse en el mejor discípulo y logra la inmortalidad, los poderes de una deidad y la habilidad de transformarse de 72 modos distintos.
Vuelve a su reino tras la cascada para encontrarlo corrompido y sojuzgado por un demonio del norte. Viaja entonces hacia el norte, lo enfrenta estrenando sus poderes, lo vence y libera a su pueblo. Al volver, siente que ningún arma mortal se ajusta a su mano endiosada por lo que nuevamente emprende viaje, en esta oportunidad hacia el Palacio del Dragón del Mar Oriental. Allí, el Dragón del Agua le da acceso a su armería, de donde toma una vara que fue la encargada de dar forma y estabilidad a la vía láctea. Esta arma se adapta a sus necesidades mutando de tamaño cuando su portador así lo requiera.
Probando el poder de su arma nueva, la estira con él trepado en la punta hasta llegar nuevamente al Castillo de Oro del Emperador de Jade… Este lo manda a matar, pero el mono se enfrenta al “Juez de la vida y de la muerte” y le dice que es inmortal, por lo que no puede morir. Toma el libro del juez y borra de sus páginas su nombre y lo nombres de todos los integrantes de su reino lo que enfurece más al Emperador de Jade…
Viendo que no podía vencerlo, el Emperador lo lleva a su reino y le otorga un cargo inútil para tenerlo controlado. Cuando nota el engaño, vuelve a la Tierra y es seguido por los ejércitos del Emperador que vienen a destruirlo. Los vence sin mayores inconvenientes y se autoproclama “Gran sabio igual al Cielo”…
Nuevamente el Emperador lo lleva a su Castillo y lo reconoce con el título que se inventó, pero lo separa de “Conciencia” sin que el mono lo note. Durante largos años disfruta de la falsa libertad que le otorgan, pero a la larga, comienza a hacer monerías otra vez. Hastiado, el Emperador le encarga a Her-Lang que acabe con la vida del mono en una batalla que se desarrolla tanto en el cielo como en la Tierra. Con la ayuda de Lao-Tsé, creador del taoísmo, logran apresarlo. De todos modos, no encuentran la manera de acabar con la inmortalidad del simio quien se libera y comienza a destruir el Castillo de oro.
Desesperado, el Emperador de Jade recurre a la ayuda del mismísimo Buda, quien desafía al mono, lo engaña y lo termina sepultando debajo de una inmensa montaña. Conciencia fue sacrificada al pie de la montaña debajo de la cual, el Rey Mono aún conserva la vida…
El trabajo que realiza Pisú con el guion me recordó todo el tiempo a la obra de Eduardo Mazzitelli. Esa mezcla de mundos oníricos y reales, con humor basado en el absurdo y la contradicción, personajes extraños, pero de características bien marcadas y, detrás de todo esto, un mensaje o una idea que subyace, que le da forma y consistencia a todo el relato. En esta historieta se nota toda la ebullición que se vivía en Europa desde finales de los 60´s, con el mayo francés, los movimientos juveniles, la liberación de las imposiciones sociales, el antiimperialismo, los movimientos obreros, etc. Además, y por medio de estas leyendas chinas, se mezcla también la revolución comunista que lideraba Mao Tse-Tung desde 1949 (Con todos sus pros y contras), cuya muerte se produjo mientras esta historieta se estaba publicando por primera vez.
Todo ese caldo de cultivo que Pisú tenía fermentando en su interior, lo regurgita en esta obra de manera vehemente pero muy inteligente, donde en lugar de darle todo servido al lector, lo invita a pensar, reflexionar y, en caso de que sea necesario (Como me ocurrió a mi), investigar un poco de donde viene la mano…
Para completar la dupla, el trabajo de Milo Manara también me recordó mucho al de Quique Alcatena. No por el estilo de dibujo ya que cada cual tiene un estilo muy marcado y personal, si no por la puesta en página. Blanco y negro furioso, páginas muy cargadas, con infinitos detalles, increíblemente ornamentadas, mundos y paisajes absolutamente mágicos y diseño de personajes de lo más imaginativos. Lejos de sus obras más comerciales, Manara lo entrega todo para crear uno de sus mejores trabajos. Vamos a encontrar páginas divididas en viñetas donde un paisaje de fondo lo ocupa todo y los personajes van avanzando a través de este. En otras, no hay viñetas y es toda una superposición de imágenes que se suceden en el relato. También desafía al lector en algunas viñetas alterando el orden de lectura de la misma pero, si el ojo presta atención a la narrativa, queda perfectamente claro como leerla. Para lograr rostros de rasgos orientales tan definidos como los que consigue, da la sensación de que utiliza alguna referencia fotográfica (Eso, o es un brujo…). A pesar de que él mismo ha declarado que no es bueno para las secuencias de acción, todos lo combates y luchas que acontecen en la obra son espectaculares, están muy bien narrados y contradicen sus propios dichos. Para concluir, la documentación que llevó a cabo para retratar la arquitectura y vestimentas de la cultura tradicional china es otro punto alto en un trabajo rayano a la perfección total. Cada página de este libro debería estar en exposición permanente…
La edición nacional que ya cuenta con más de 30 años venía en formato grande, mayor al del álbum europeo, bastante bien impreso y encuadernado… Si lo ven por ahí en las mesas de saldo, no lo dejen pasar.
- “Espíritu, alma, aliento. Conserva y cuida las fuerzas vitales que alberga tu cuerpo. Solo esto puedo enseñarte. Observa el abrazo de la tortuga y la serpiente. Entre las llamas crece el barro aúreo. Combina los cinco elementos y sé lo que quieras… Buda o inmortal.”
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