Recientemente se reeditó esa obra maestra y fundacional de la historieta que es “El Eternauta”. Esta edición de la que hablamos, salió dividida en seis fascículos que se distribuyeron en los puestos de revistas de todo el país (O casi…) y tenía un formato y diseño que recordaba y homenajeaba a la célebre “Hora Cero Semanal”, donde se publicó originalmente. Si bien ya habíamos leído varias veces esta historieta, nunca lo hicimos por entregas, tal como fue pensada y editada originalmente y, aunque esta versión no se separó en tantas partes como la primera edición, es un acercamiento a aquella experiencia originaria. Por suerte, pasó bastante tiempo desde la última lectura que hicimos por lo que, si bien sabíamos lo que iba a suceder, algunos giros y detalles no los teníamos frescos en la memoria y nos volvieron a sorprender.
A pesar de que es una obra tan conocida, siempre queda algún desprevenido al que le viene bien la data. Esta primera versión de “El Eternauta” tiene guiones de Héctor German Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. A no confundirse porque hay una segunda versión que tuvo dibujos de Alberto Breccia, la que se publicó originalmente en la revista “Gente” (Lugar poco apropiado para una historia de estas características, si los hay…) y tuvo un final abrupto por que fue rechazada por los lectores de ese semanario tan cheto (Si se reemplaza la letra "e" por una "o", el adjetivo funciona igual). También se hicieron también varias secuelas con resultados dispares, en las que no siempre participó la dupla creadora completa y que nunca consiguieron el impacto y la relevancia de esta primera versión.
Esta historia se comenzó a publicar el 4 de Septiembre de 1957 (Por eso se celebra el día de la Historieta Argentina ese día) y cuenta la historia de un grupo de amigos, encabezados por Juan Salvo, que son testigos de una extraña nevada que comienza a caer sobre Buenos Aires. Rápidamente notan el carácter mortal que tiene estos copos de nieve y como comienzan a aniquilar a cualquier ser vivo que se exponga a ellos.
Dentro de la casa de Juan y con la frialdad de su amigo Favalli como organizador, comienzan a aislar todas las aberturas de la morada y fabricar un traje que les permita salir a la intemperie en busca de provisiones, información, medios de transporte y demás, mientras Elena y Martita (Esposa e hija de Juan respectivamente) quedan resguardadas en el hogar… Tras la desolación que produce la nevada, se instala una suerte de “ley de la selva” donde algunos sobrevivientes se matan entre sí en pos de salvaguardar la vida y las poseciones… Se pierde el suministro eléctrico, las transmisiones radiales, las líneas telefónicas y quedan totalmente aislados.
En una de sus incursiones a la calle observan el descenso a tierra de algunas esferas voladoras, lo que confirma que se trata de una invasión alienígena.
Toman contacto con fuerzas militares que están entablando una resistencia para enfrentar al invasor y suman toda la ayuda civil que encuentran. Juan, Favalli y Pablo se suman a las filas donde conocen a Mosca, historiador que lleva registro de los hechos, y a Franco, un tornero que es quien se muestra más resuelto a la hora del combate y la acción.
Emprenden el camino desde Vicente López hacia el centro porteño donde suponen está ubicada la base de la fuerza invasora. A medida que avanzan, van conociendo las distintas herramientas con que cuenta el enemigo. Así conocen a los cascarudos (Una especia de insectos gigantes teledirigidos por los aliens y bastante fáciles de matar), los Gurbos (Parecidos a elefantes gigantes de fuerza descomunal) y finalmente a “Los Manos”, unos alienígenas con muchos dedos en cada mano que son los que dirigen las acciones de los cascarudos y los Gurbos. A su vez, los Manos son dominados por los verdaderos invasores, conocidos solo como “Los Ellos” quienes, mediante una glándula del terror insertada dentro del cuerpo de los Manos, logran dominarlos a su voluntad consiguiendo una total y completa obediencia.
También conocen las increíbles armas con que cuentan además de la nevada mortal, como los terribles cañones lanza rayos, máquinas que producen ilusiones y la posibilidad de tomar prisioneros y transformarlos en hombres-robot por medio del mismo dispositivo de control empleado en Cascarudos y Gurbos…
Juan Salvo y sus colegas darán todo de sí para intentar formar una resistencia competente, repeler al invasor, proteger a los suyos y tratar de sobrevivir…
Mi amor por esta historieta es absolutamente incondicional, por lo que mi objetividad (Dudosa siempre, en cualquier caso) aquí brillará por su ausencia. El primer acierto de Oesterheld (Al menos lo fue en los 50´s) es el de trasladar la invasión alienígena a un escenario conocido y familiar para los lectores. Lo que siempre sucedía en Estados Unidos o en lejanos planetas (Como en Flash Gordon por ejemplo), de repente se desarrolla por Vicente López, la General Paz, la cancha de River (Donde dicen que los personajes sintieron mucho frio…), la Avenida Las Heras o el centro porteño… Por otra parte, todo aquello de lo que se ha hablado tanto ya, sigue siendo, en una lectura actual, tan importante como en el primer momento. Personajes humanos, falibles, cambiantes, con temor, dudas y arranques de coraje. El concepto de héroe grupal, donde ningún hombre puede hacerlo todo solo y sus flaquezas son sostenidas por sus pares… Cuando uno no puede hay otro dispuesto a tomar la iniciativa y seguir adelante. El grupo humano termina formando un engranaje gracias al cual, el todo es mucho más fuerte que la suma de las partes (O las partes por separado…).
Y la enorme habilidad de crear una historia universal, sensible a tantas analogías como lectores esta tenga… Una historia con personajes cercanos, creíbles, perfectamente delineados donde todo lo fantástico está narrado con una gravedad que hace que el lector se sumerja sin concesiones. Y, obviamente, una historia que ha sabido vencer tanto las fronteras geográficas como las temporales, con una edición reciente en USA de mano de Fantagraphics, constantes ediciones europeas y esta que nos convoca en pleno 2020 (Y transitando nuestra propia nevada mortal con el covid), son la prueba más fehaciente de este hecho.
Por su parte, Francisco Solano López hace un trabajo formidable. Aun estando muy lejos del nivel superlativo al que llegaría años más tarde, completa una obra que se quedó grabada en el imaginario de miles y miles de lectores, creando escenas y personajes que resultaron icónicos y se volvieron parte del patrimonio cultural de un pueblo que los tomó como propios para luego resignificarlos a voluntad (El Nestornauta por ejemplo).
La recreación de los escenarios es tan fiel a los originales que parecen fotografías (Y, según sus propias palabras, lo hizo de memoria, sin uso de referencias). La narrativa es sólida, dinámica, expresiva, eficiente. A pesar del formato y de tener que dividir las páginas en muchas viñetas donde, generalmente, los dibujos tenían que convivir con generosas raciones de textos, se las arregla para que todo funcione, comunique y genere empatía en el lector. Por último, el manejo del blanco y negro que hace aquí Solano también es muy notable, con grandes cargas de tinta en algunas expresiones y rostros que generan un impacto único e inolvidable.
Esta edición nacional y popular de seis fascículos que tuvo amplia distribución (Creo que con la revista “Noticias”, tan lejana ideológicamente de la obra como la revista “Gente”) con valor y calidad razonable, incluye algunos complementos como las publicidades originales y anuncios relacionados con “El Eternauta” publicados en “Hora Cero Semanal”, una introducción a cargo de Fernando García y un epílogo analizando (muy livianamente) el impacto de la obra en la sociedad. Ojalá haya recogido buenos resultados para que repitan pronto con otras obras
Sé que esta frase suelo decirla a menudo, pero si me van a creer una sola vez, que sea ahora: Esta debería ser una lectura obligada para todo el mundo, una obra maestra de pies a cabeza que es lo mejor en materia de ciencia ficción que se ha producido sobre este suelo! He dicho…
- “El Eternauta me llamó él… Para explicar en una sola palabra mi condición de navegante del tiempo, de viajero de la eternidad.”
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